2.4.08

Nueva bacteria amazónica... y letal


Científicos descubrieron una nueva bacteria en Perú que podría estar causando una forma grave de leptospirosis, una enfermedad que puede ser fatal.

Los investigadores de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, hicieron el hallazgo cuando investigaban la leptospirosis en la amazonia peruana.

La leptospirosis es una enfermedad tropical infecciosa que en su forma más severa puede causar ictericia, fallo renal, hemorragia pulmonar y muerte.

La nueva bacteria -afirma el estudio publicado en la revista de Enfermedades Tropicales Olvidadas de la Biblioteca Pública de Ciencias de Estados Unidos (PLoS)- podría ser causante hasta del 40% de los casos de la enfermedad.

"La leptospirosis se transmite de los animales al ser humano" dijo el doctor Manuel Céspedes, del Instituto Nacional de Salud de Perú, quien participó en el estudio.

"Se propaga en el agua mediante la orina de los animales infectados con la bacteria" agrega.

Contagio

La enfermedad afecta a decenas de millones de personas cada año en el mundo y las tasas de mortalidad pueden ser de entre 20 y 25% en algunas regiones.

"La bacteria contamina muchas fuentes de agua y, si el hombre tiene contacto, la bacteria puede ingresar por la piel, vía conjuntiva, por las fosas nasales o la boca", dice el investigador.

Según los autores del estudio la nueva bacteria descubierta en la ciudad amazónica de Iquitos, Perú.

La leptospirosis se manifiesta con fiebre, dolor de cabeza y muscular, principalmente en las pantorrillas y es fácilmente tratable con antibióticos.

El estudio fue llevado a cabo durante cinco años en la ciudad de Iquitos, en la amazonia peruana en el norte del país.

El objetivo era estudiar la biodiversidad de leptospira que estaba circulando en la región.

Los autores creen que la nueva especie de leptospira -llamada Leptospira licerasiae (en honor de la doctora Julia Licera, investigadora del Instituto Nacional de Salud de Perú)- ha evolucionado y se ha convertido en una causa importante de la enfermedad en la región amazónica peruana.

Según el doctor Céspedes, la enfermedad es la segunda más prevalente en la zona después de la malaria.

Singular

Los científicos analizaron a 881 pacientes y encontraron que 41% tenían la nueva especie de la bacteria que está circulando en la región.

Esto, dicen, "es una incidencia de leptospirosis mucho más alta de lo que se pensaba previamente".

Los autores afirman que a nivel genómico la Leptospira licerasiae es muy diferente a otras formas de la bacteria y tiene varias características biológicas nuevas.

Según el doctor Joseph Vinetz, quien dirigió la investigación en la Universidad de California "creemos que cientos de pacientes están infectados con este patógeno".

"Y es una enfermedad tan particular -agrega- que no reacciona a las pruebas regulares de leptospirosis".

Los autores afirman que los resultados de este estudio también son relevantes para otras regiones del mundo donde la leptospirosis es común.

Ya que dicen, "es necesario identificar la cepa correcta de leptospira para poder hacer un diagnóstico correcto".

Tal como señala el doctor Manuel Céspedes, "a raíz de todas estas investigaciones el ministerio de Salud de Perú ha publicado nuevas normativas para la atención integral de pacientes con leptospirosis en todo el país".

Envoltorios gigantes para almacenar CO2 en el fondo del mar

Imagine una bolsa inflable gigantesca, en forma de salchicha, capaz de guardar 160 millones de toneladas de dióxido de carbono, que es el equivalente a 2,2 días de las emisiones globales actuales. Ahora trate de imaginarse ese recipiente, de unos 100 metros de radio y varios kilómetros de largo, descansando apaciblemente en el lecho marino a más de 3 kilómetros por debajo de la superficie del océano.

En un primer momento, esto podría parecer ciencia-ficción, pero es una idea que recibe plena atención científica por parte de David Keith, uno de los expertos más destacados de Canadá en la captura y secuestro del carbono, y director del Grupo de Sistemas Medioambientales y Energéticos del Instituto para la Sostenibilidad en la Energía, el Medio Ambiente y la Economía, de la Universidad de Calgary.

“A primera vista, esta idea parece descabellada, pero cuando se examina más de cerca se muestra como algo que puede ser factible técnicamente con la tecnología de hoy en día”, argumenta Keith.

La idea original de almacenamiento oceánico fue concebida hace varios años por Michael Pilson, un oceanógrafo químico de la Universidad de Rhode Island, pero realmente despegó el año pasado, cuando Keith confirmó su viabilidad con Andrew Palmer, un prestigioso ingeniero oceánico de la Universidad de Cambridge. Keith, Palmer y otro científico del Laboratorio Nacional de Argonne avanzaron más en el concepto mediante la elaboración de un documento técnico.

Keith ve esta solución como un complemento potencialmente útil al almacenamiento de CO2 en las formaciones geológicas, sobre todo para el CO2 que emana de fuentes cercanas a zonas marítimas profundas.

Él cree que esto puede ofrecer una solución viable porque inmensos valles planos cubren extensas áreas en los fondos oceánicos. Estas llanuras abisales están poco habitadas por formas de vida y son ambientes apacibles.

Para que el CO2 pueda ser almacenado allí, debe capturarse el gas en las fuentes industriales y energéticas específicas, comprimirlo hasta su estado líquido, y transportarlo a través de vastas tuberías que se extiendan más allá de las plataformas continentales oceánicas. Cuando el CO2 líquido se bombea al océano profundo, la intensa presión y las temperaturas frías hacen que pierda flotabilidad y se hunda. Esto significa que el CO2 tiende a fluir hacia abajo en lugar de subir a la biosfera.

El uso de un contenedor es necesario porque el CO2 tenderá a disolverse en el océano, lo cual podría tener efectos adversos para los ecosistemas marinos. Afortunadamente, según Keith, el costo de los contenedores es mínimo con esta solución. Él y sus colegas calculan que las bolsas pueden fabricarse con polímeros existentes por menos de cuatro centavos por tonelada de carbono.